Este fin de semana pasado, me asomé a través de una ventana; a través de un hueco en la pared que alguien con mucho empeño y malas formas abrió para que pudiéramos mirar para fuera, no digo para el sur porque uno está en el sur y sin embargo...pues bueno; ese alguien abrió un hueco en la pared que seguro más que ventana también se convertirá en puerta porque una vez que uno ve más allá de las cuatro paredes a las que ideológicamente -y a veces de forma pendeja también aspiracionalmente- se ha confinado, dan ganas de regresar a las raíces, a lo propio, a lo que no es forzado, a lo que viene bien desde todo el tiempo; a cruzar ese agujero hecho a empujones, a martillazos de conciencia y a mirar incluso desde el otro lado aunque ya no sepa uno si está adentro o afuera. Lo cierto es que al abrir esta ventana, se nos permitió mirar y mirar bien e incluso en algún momento, mirarnos con ojos nuevos, mirar a la ventana convirtiéndose en espejo y reflejar por primera vez algo fidedigno, algo sin el jodido efecto de la miopía del desdeño, de las cargas culturales históricas que nos han fregado por décadas, por siglos.
De repente, asomarme a esa ventana me dio la oportunidad de ver todo lo que somos, lo que hemos sido y lo que con suerte - y gente que abra nuevas ventanas - seguiremos siendo pero también nos muestra lo que no hemos querido ser; nos muestra lo que hemos negado y que en contraste es lo más valioso que tenemos porque es la forma en la que esta tierra nos ha marcado como suyos y la forma en que desde tiempos inmemoriales hemos marcado a esta tierra como nuestra. La verdad es que de repente me da vergüenza no haberme asomado hasta ahora, no haber visto más allá de las cuatro paredes, no haber sido capaz de extender el horizonte.
Pero en estas casas de concreto, en estas nuevas formas de convivir que tienden a lo individual, al egoísmo, a la mezquina satisfacción del orgullo personal y de los intereses monetarios, no existen remodelaciones sin estragos, parece imposible hacer un hueco en la pared y que la gente vea el maravilloso mundo nuevo que es mucho más viejo que el nuestro sin fijarse en el polvo levantado o en el esfuerzo necesario para levantar los escombros del descubrimiento, más aún, parece imposible hacer remodelaciones sin despertar la envidia de quienes no las han hecho antes, de quienes se han dedicado a levantar muros en lugar de abrir puertas y ventanas, más aún de quienes han hecho ventanas de papel, ficticias, para monopolizar el conocimiento, para racionalizar en libros aquello que solo puede alcanzarse a través de la emoción de la convivencia.
Al final no importa, también ellos han terminado por sucumbir ante la curiosidad, al final no importa porque ellos también están allí ahora, hablando de la ventana al sur, hablando de lo que pudieron hacer y no hicieron; al final no importa porque ellos también están allí igual que todos, mirando al sur.
Gracias a todos los que hicieron posible que viéramos hacia el interior, gracias Sara.
Al final no importa, también ellos han terminado por sucumbir ante la curiosidad, al final no importa porque ellos también están allí ahora, hablando de la ventana al sur, hablando de lo que pudieron hacer y no hicieron; al final no importa porque ellos también están allí igual que todos, mirando al sur.
Gracias a todos los que hicieron posible que viéramos hacia el interior, gracias Sara.